La Polio es una enfermedad producida por un virus que ingresa al organismo por la vía oral, se reproduce en el intestino de las personas afectadas y se elimina por las deposiciones; esta es la característica por la cual recibe el nombre de Enterovirus. Pero el virus de la Polio se reconoce más por el daño severo que produce en las neuronas en el Sistema Nervioso cuando pasa por el organismo; daño del que somos testigos las personas que nacimos en la década de los sesenta y que tenemos muy presente cuando vemos a un pariente o amigo afectado de esta terrible enfermedad. Es en este momento donde debemos hacer la primera aclaración: el virus Polio Salvaje, ese monstruo silencioso que causa tanto sufrimiento, ya ha sido erradicado de las Américas; la última epidemia se reportó hacia los finales del 80 en un último caso en la selva Peruana y no se ha vuelto a reportar nuevas epidemias por este virus Polio Salvaje o tipo 1.
El mérito de la erradicación del virus Polio Salvaje se debe a la acción de nuestros vacunadores que año a año recorren casa por casa vacunando a todos los niños con el famoso goterito que contiene la vacuna de Polio oral. Para tener una idea de la efectividad de la vacuna oral, en los Estados Unidos con su introducción se redujo la tasa de ataque de virus Polio Salvaje de 17.6 casos a 0.4 casos por cada 100 mil habitantes entre los años 1955 y 1962. Y es en este punto donde realizaremos la segunda aclaración: el éxito de la vacuna de Polio oral se debió al efecto de producir inmunidad en el receptor de la vacuna y de un modo indirecta, porque permitió que el niño vacunado disemine por contacto la acción de la vacuna en la comunidad.
Esta acción de la vacuna de Polio oral probablemente sea poco entendida por las personas que no trabajan en salud e intentaré explicarlo de un modo fácil. La vacuna de Polio oral está compuesta por virus vivo de Polio que han perdido su agresividad y no ataca al sistema nervioso central. Por algunos procesos químicos y biológicos se ha producido un virus “ciego” que no reconoce al sistema nervioso como objetivo para producir daño. Es un virus “ciego” que ingresa por la boca, se reproduce en el intestino y se excreta por las deposiciones de la misma manera que el virus salvaje; pero en su paso por el organismo no se percata de la presencia de las neuronas y, por lo tanto, no causa daño. Cuando sale el virus al medio ambiente por las deposiciones de los niños vacunados, se disemina en los lugares donde esta el virus salvaje y por selección natural lo va desplazando, compite por sus espacios “barriendo” al virus salvaje. Esta segunda acción de “barrido” en la naturaleza, ha sido muy bien aprovechada por los salubristas públicos desde un principio y se ha explotado muy eficientemente, logrando los éxitos que todos hemos podido observar a nivel mundial en los últimos años.
Sin embargo, la acción del virus contenido en la vacuna oral no llega a ser perfecta por razones meramente externas. Existen personas con sistemas de defensa con características muy especiales. Estas características pueden ser heredadas o adquiridas y lastimosamente tienen un organsimo que no se comportan de la misma manera con el virus de la vacuna de Polio oral. Por alguna razón, su organismo no puede eliminar el virus por las deposiciones, retienen a este virus “ciego” que se reproduce indiscriminadamente y vuelve a adquirir la posibilidad de identificar al sistema nervioso, produciendo el aciago daño que se quería evitar. Este fenómeno ha ocurrido muy raras veces en el pasado, pero cuando se identifica se procede a tratar a la persona afectada y se busca a todos los contactos en una labor de "inteligencia sanitaria" reduce el riesgo de que este virus mutante se disemine y se "bloquea" su acción.
Debemos entender ademas que los casos de inmunosupresión natural ocurrían muy raras veces y practicamente no se ha observado este fenómeno. Sin embargo, en la actualidad, que existen terapias inmunosupresoras dentro del manejo médico rutinario en pacientes de todas las edades o con las ecologías cambiantes causadas la aparición de infecciones emergentes, como el VIH, que afectan a estratos importantes de la población, debemos re-enfocar nuevamente nuestros sistemas de vacunación y tender a ser más selectivos cuando vacunamos. La responsabilidad de enfoque del médico ante los casos en que se sospecha de inmunosupresión por cualquier motivo debe llevar al profesional a recomendar regímenes de vacunación especial a estas poblaciones.
Y es aquí donde realizo una última y esperanzadora aclaración, la ciencia de las vacunas ha desarrollado en la actualidad y especialmente para este grupo de personas las vacunas inactivadas. Estas vacunas no contienen virus “ciegos”, no realizan esa acción de “barrido” que tanto interesa a los salubristas públicos, pero son vacunas que tienen el fin noble y altruista de proteger al grupo de personas con diferencias inmunológicas; a esta minoría que de otra manera no tendría la ventaja de ser protegida por la vacuna oral pero que igualmente tiene derecho a ser protegida contra este terrible flagelo de la parálisis fláccida producida por la polio. Por tanto, ahora que sabemos esto, es importante que médicos y pacientes trabajemos conjuntamente recuperando la confianza en una vacuna que ha sido motivo de tanto comentario está por venir y que afecta los cimientos de una actividad en salud básica que tantas ventajas ha brindado a la humanidad.
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